domingo, 26 de marzo de 2023

 



Las constelaciones del cielo


La contemplación del firmamento durante noches oscuras transparentes de luna nueva, ha constituido uno de los mayores atractivos naturales de la humanidad desde tiempos inmemoriales. Incontables destellos intermitentes se aprecian en la bóveda celeste cuando alzamos la vista hacia tanta inmensidad. Muchos aparecen dispersos, mientras otros se observan concentrados en una región del espacio de aspecto lechoso conocida como Vía Láctea, nuestra galaxia, la galaxia donde habitamos. Estas luciérnagas palpitantes que nos extasían la vista, son las estrellas. Las vemos reunidas, aglomeradas, formando ramilletes “salpicadores” de luz que noche tras noche y durante el transcurrir de las horas, se mueven desde un sector de la gran cúpula por donde aparecen en el horizonte, hasta el otro sector opuesto, por donde se ocultan.

    Esas, las estrellas que vemos en el cielo nocturno, son cuerpos celestes esféricos en movimiento de grandes tamaños (hasta 1.700 radios solares), grandes masas (hasta 300 masas solares) y elevadas temperaturas, compuestos principalmente de hidrógeno y helio en estado plasmático (gaseoso ionizado), más otros elementos pesados (oxígeno, nitrógeno, calcio, hierro, entre otros). La luz que nos llega de cada una de ellas se origina de la energía liberada durante las reacciones nucleares que ocurren en sus profundidades.

    No todas están a la misma distancia, unas están más cerca de nosotros, pero otras se encuentran en los rincones más profundos del Universo; éstas últimas sólo han podido ser observadas con grandes telescopios como el Hubble y el James Webb, por ejemplo.

    Las que logramos visualizar a simple vista, son aquellas clasificadas con magnitud entre 1 y 6; de primera magnitud para la más brillante y de sexta magnitud para las que escasamente podemos visualizar con el ojo desnudo. Pero esta escala lineal en magnitud significa que una estrella de magnitud 1 se ve 10 veces más brillante que otra estrella de magnitud 2, o 100 veces más brillantes que otra de magnitud 3, o 1.000 veces más brillantes que otra de magnitud 4, y así sucesivamente. Pero, esa no son las únicas, existen incontables estrellas en el inmenso Universo, con magnitudes muy por encima de 6, que, por ser muy débiles, sólo se han podido observar desde hace tres décadas con instrumentos astronómicos de alta tecnología.

    Desde la antigüedad, diferentes civilizaciones sintieron la necesidad de estudiarlas e identificarlas, y por eso las agruparon en Constelaciones sin importar que se encuentren cercas o distantes unas de otras. Sólo importa para su agrupación, que se observen en el mismo sector del cielo; para nada importa sí están interactuando gravitacionalmente entre sí o no. En tal sentido, pares de estrellas se fueron uniendo con segmentos de rectas imaginarios hasta formar las figuras que se querían representar. Pero, además se le asociaron formas geométricas, de animales y humanas para identificarlas con mayor facilidad, y poder tener una buena referencia del tiempo transcurrido. Aunque también, con la intención de honrar la memoria de grandes personajes y dioses mitológicos, relacionados con los hechos culturales del momento. Es decir, en muchos casos, en su agrupación prevalecieron las necesidades prácticas y religiosas.

    A lo largo de la historia de la humanidad, el cielo ha sido clasificado en secciones o porciones de diferentes maneras, lo que dio lugar a una estructura de constelaciones con diferentes formas. Los egipcios, los indios, los aztecas, los mayas y los incas las reunieron según su cultura particular.

    Sin embargo, la Unión Astronómica Internacional (IAU), a fin de homogenizarlas, las reagrupó en 88 constelaciones con límites bien definidos según diferentes figuras imaginarias en la bóveda celeste. Este trabajo de reagrupación fue realizado por el astrónomo Eugene J. Delporte en 1930.

    Pero, desde la antigüedad, la franja del cielo por dónde aparentemente transitan el Sol y los planetas, fue dividida en doce sectores iguales y a cada uno se le asignó una de las siguientes constelaciones: Aries, Tauro, Géminis, Cáncer, Leo, Virgo, Libra, Escorpio, Sagitario, Capricornio, Acuario y Piscis.

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