El
cometa C/2022 E3 (ZTL)
Orlando Escalona y Ángel Díaz
El sistema solar está estructurado mediante
cuerpos celestes de diferentes características, cada uno con sus
particularidades que, vistos desde la Tierra, inducen admiración y asombro. Uno
de estos son los cometas, objetos celestes andariegos que, desde los principios
de los tiempos, por temporada les da por visitar al Sol, darle una vuelta, y
desviarse luego hasta el punto más alejado de su órbita elíptica, en el caso de
los periódicos. Diversas civilizaciones le han asociado con calamidades y
eventos catastróficos ocurridos en el planeta. Sin embargo, la ciencia logró
desmitificar su intervención en los hechos humanos desde el mismo momento en
que el astrónomo Edmund Halley predijo el retorno del cometa de 1682, el cual lleva
su propio nombre.
Están constituidos
principalmente por hielos de agua (H2O), metano (CH4) y dióxido de carbono (CO2), mezclado con trozos de roca y
polvo (granos de silicato muy pequeños). Es decir, no son más que grandes bolas
de nieve sucia, moviéndose por el sistema solar, cuyos tamaños oscilan entre 1
y 150 kilómetros. Mientras se encuentran alejados del Sol, se mantienen como
cuerpos sólidos compactos por las bajas temperaturas imperantes en el espacio
interplanetario que transitan. Sin embargo, cuando se acercan al Sol –a menos
de 50 unidades astronómicas (1 UA = 150 millones de kilómetros)-, la radiación
que reciben es lo suficientemente intensa para calentar la superficie y activar
procesos de sublimación –cambio de estado de sólido a gaseoso- de los hielos
que los constituyen. Cerca de 40 UA del Sol, el hielo de metano comienza a
convertirse en gas, luego le sigue el CO2 y alrededor de las 3 UA lo hace el hielo
de agua. En algunos casos, los gases sublimados en el interior de la
corteza cometaria más externa, pueden generan jets de nieve polvorienta que
dispensan sus componentes alrededor del núcleo sólido del cometa.
La masa del cometa no es
lo suficientemente grande para mantener atrapados los chorros de gas y polvo
que se desprenden a gran velocidad de la superficie caliente del núcleo sólido
y forma la coma o
cabellera, como una nube tenue alrededor; y sobre ésta, se forma otra nube esférica aún más tenue y de mayor
tamaño, constituida por hidrógeno. La luz ultravioleta de la radiación solar
fotodisocia (descompone) las moléculas expulsadas del cometa en radicales OH, CH,
CO, CN, C2, entre otros; y el viento solar (partículas energéticas) las
arrastra hasta formar la cola iónica rectilínea. El gas expulsado
desde la coma, arrastra consigo el polvo cometario y sobre sus minúsculos
granos actúa la radiación solar con el efecto de presión que realiza sobre sus
superficies, desviándolos de la cola de gas y formando la cola de polvo curvada de
grandes dimensiones.
Los cometas vienen de dos
hogares diferentes. El primero, el Cinturón de Kuiper, es un ancho disco ubicado
más allá de la órbita de Neptuno; y el segundo, es un enjambre esférico ubicado
en los confines del sistema solar conocido como la Nube de Oort, 50 veces más
distante del Sol que el primero. Los que provienen del cinturón, se mueven en
orbitas elípticas con periodos inferiores a 200 años; los desprendidos de la
nube, son de largos periodos y algunos podrían tener órbitas abiertas.
El hermoso cometa que nos está visitando en estos momentos, se conoce como C/2022 E3 (ZTF). Fue descubierto en marzo de 2022 durante la ejecución del programa de rastreo Zwicky Transient Facility (ZTF) del Observatorio Monte Palomar (EE.UU). El 12 de enero de 2023 pasó por el perihelio, punto de la órbita más cercano al Sol, localizado a 1,11 UA, a máxima velocidad y ya emprendió el viaje de regreso hacia los confines del sistema solar de donde provino. La radiación solar lo ha bañado con tanta intensidad, que su componente ultravioleta incrementó las emisiones de luz azul de las moléculas de cianuro CN y de la luz amarilla de la molécula de C2, de modo tal que, combinadas revistieron de verde su coma, según algunos investigadores. Sin embargo, otros señalan a la molécula de C2 como único responsable del color verde de la coma, y a la carencia de este color en la coma iónica porque la luz solar disocia al C2 en átomos individuales C, y estos últimos no emiten en esa tonalidad. Por esta razón, se presenta con la apariencia verdosa de la coma, con una cola ensanchada y amarillenta de polvo por el reflejo de la luz solar, y la cola iónica gaseosa filamentosa, tenue y muy alargada. Es pequeño, sólo tiene alrededor de 10 kilómetros de tamaño y los modelos le han asociado la magnitud máxima de 5 con un periodo de 50 mil años. En estos instantes se puede observar desde el horizonte merideño con binoculares de aumento moderado, de 2 a 5 de la mañana desde lugares de baja contaminación lumínica. El 01 de febrero es el día de máximo acercamiento a la Tierra (0,28 UA) y alcanzará la máxima magnitud posible de 5, aproximadamente, para observarlo “con el ojo desnudo” sobre la bóveda celeste andina en completa oscuridad a partir de las 9 pm.
En la figura de abajo, elaborada con el software Stellarium, se muestran sus posiciones en coordenadas ecuatoriales (ascensión recta y declinación) para el período de tiempo del 13 de enero hasta 10 de febrero. A principio de enero estuvo cerca de la constelación de la Corona Borealis; en su viaje al noroeste, pasará cerca del gigante mitológico de la constelación de Hércules, atravesará la del Dragón, circulará entre la Osa Mayor y la Osa Menor, se reunirá con la estrella Capella de la constelación Auriga, con Aldebarán de Tauro; para luego, encontrase con el planeta Marte sobre la oscura cúpula del paisaje merideño antes de enrumbarse a los linderos lejanos del sistema solar. ¡Y volverá!
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